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Capítulo IX
Esta página reproduce un capítulo de
Influencia de la Civilización Romana en Cataluña

por D. José Balari y Jovany

publicado por
Libreria de Álvaro Verdaguer
Barcelona
1888

El texto es de dominio público.

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Capítulo XI

 p37  X

Mola, Moló, Molló, Mollet, Molar, Moleda

Metula, diminutivo de meta usado por Plinio El Joven (5 Epist. 6), dió lugar á la palabra francesa meule por la pérdida de la t; pero en catalán la sincopa no se limitó á esta letra, sino que hizo desaparecer también la e y así como de m‑ed‑ulla resultó m‑olla, de m‑et‑ula se formó m‑ola por idéntico procedimiento, cambiando la u átona en ó tónica seguida de l, en uno y otro caso.

La piedra levantada en el Circo, que remataba en punta, es decir, que tenía forma piramidal ó cónica, fué llamada meta, y señalaba el punto final de la carrera en torno del cual habían de doblar ó torcer el camino las cuadrigas.

En cuanto á su significación metafórica, como palabra orográfica, la mola es la montaña ó roca de forma cónica ó piramidal á manera de meta ó métula. Esta significación no era conocida de la lengua  p38 clásica, pues de otro modo Tito Livio (37, 27) no hubiera echado mano de la comparación cuando dijo: "Ipse collis est in modum metae, in acutum cacumen a fundo satis lato fastigatus." Lo que es mera comparación en Tito Livio, en la baja latinidad fué apelativo común.

Mil años cumplidos transcurrieron el 20 de este mes, desde que á los XII de las kalendas de Mayo del 888 se firmó el acta​1 de dotación ó relación de los alodios cedidos al monasterio de Santa María de Ripoll por el conde Wifredo I, el día de la consagración y oblación de su hijo Rodulfo, como monje. Entre los bienes con que, según el acta, se dotó á dicho monasterio, se cita Montserrat, que Wifredo había conquistado de los sarracenos,​2 y en ella, entre otros particulares, se lee lo siguiente: "in locum quem nominant monte serrato . . . abet affrontaciones per ipsa serra de molla sicut aquas uergunt contra ipsas ecclesias . . . De alio uero latus descendit de cacumen montis serrati et uenit per ipsa moleda et pergit per ipsa serra que uergit in rivo sico et infundit in lubrigado."​3  p39 Las palabras mollamoleda de la escritura se refieren á las pirámides ó conos, que dan á Montserrat un aspecto tan singular como característico.

Tres escrituras del Libro de Antigüedades, ya mencionado, dan cuenta de otras tantas molas que radican en el territorio del Vallés: el coll mercader, en las parroquias de Martorellas y la Atmetlla, dice una de ellas,​4 está "super ipsam molam; un torrente "qui discurrit de mola inferius", en el lugar llamado Terrades pertenece á dicha parroquia de Martorellas,​5 y la "francheza de ipsa mola" á San Pedro de Rexach.​6 Se conservó esta palabra como apelativo común, como puede verse en Crónicas catalanas de los siglos XIII y XIV; en la de D. Jaime el Conquistador se lee:​7 "feren nos be .v. ó .vj. allimares per la costa enjos: e sentiren nos, e sempre faheren ne altre á la mola de la serra, que esta entre Muruedre e Puçol", y en la de Ramón Muntaner​8 se halla escrito: "E  p40 un matí, avans que jorn fos, ell fo en torn del castell e de la mola ab gran gents de peu."

Los diminutivos de mola se formaron por medio de la adición de los sufijos ‑on‑‑et‑, y han quedado como denominaciones geográficas. E Monte molono9 ó Muntmoló,​10 en le Vallés, llamado por etimología popular Montmeló, como se dijera Monte melón, es el nombre de un pueblo junto á una montaña que afecta algo la forma de mola, es decir, de cono ó pirámide; además del diminutivo Molleto,​11 en el condado de Vallespir, también como nombre de pueblo, se encuentra en el Vallés con las variantes Molleto,​12 Moleto,​13, Molliedo14 y parroquia de San Vicente de Mulet.​15

La palabra molar es un adjetivo que se usa como sustantivo, según se colige de una escritura​16 del año 1076, en donde se lee: "per ipso molar de ipsa rocha", y de otra​17 de 1067, que dice:  p41 "ipsum rupem que dicitur Mirauet . . . de occiduo in ipso molar sicut diuertit aquam ad ipsum Mirauet".

Como nombre colectivo de mola, en la escritura ya mencionada de Wifredo I, con referencia á Montserrat, se lee la palabra moleda, que al par de pinedaroureda, tiene de común con ellos el sufijo eda (‑eta), usado para indicar el lugar plantado de árboles de una misma especie que la expresada por la radical. El latín clásico se valía para idéntico objeto del sufijo etum, como en pinetum, roboretum, que el bajo latín conservó, usándolo sin embargo en plural, y así dijo pineta, roboreta, de suerte que desde dos puntos de vista — por el sufijo y por el plural — vino á expresarse la idea de colectividad con respecto á los árboles. Esto descubre en la palabra mola una nueva significación metafórica, procedente de la Botánica, á más de la anteriormente definida como derivada, por analogía, de la meta, cono ó pirámide del Circo romano. El fundamento de esta metáfora ya lo indica Ovidio, cuando en sus Metamorphoses — X, 106 dice: metas imitata cupressus. No es pues maravilla que el pueblo comparara también la mola con el ciprés, y llamara moleda á una agrupación de conos ó pirámides, cual si fuese un cupressetum  p42 ó lugar plantado de cipreses, pues no otra cosa es en apariencia, vista desde lejos, la montaña de Montserrat, que un extenso é imponente cipresal. Otra moleda con el nombre de molela se halla mencionada en una escritura sin fecha del Libro de Antigüedades tantas veces citado,​18 al hacer la reseña de los términos de Olérdola, en el Panadés.

En el estudio de Geografía histórica sobre Cantabria, hecho por D. Aureliano Fernández-Guerra y Orbe, se sienta una teoría tan luminosa como original acerca de los nombres terminales ó palabras distintivas de frontera. Entre la muchas y diversas que enumera (pág. 21), han de ser en este lugar objeto de mención Molina, MuelaMula, por tener conexión intima con mola, ya que el origen para todas es común. En el estudio sobre Cantabria se consideran aquellas palabras como nombres terminales; en el presente estudio sólo como denominaciones orográficas, de lo cual hay que deducir, como consecuencia, que tienen doble significación, pues ó bien se refieren á la obra del hombre, y entonces equivalen á mojón, ó á la obra de la Naturaleza, en cuyo caso expresan la forma,  p43 en sí misma, de una montaña ó de una roca por ser cónica ó piramidal. Esta distinción es necesaria para evitar confusión de ideas. Según Ducange,​19 MullioMullo significan montón, cúmulo, lo mismo que Mullonus, y los benedictinos que aumentaron el Glossarium de aquel sabio lexicógrafo, alegando una cita sacada del cartulario de San Millán, dicen: Molione ut Molina. Queda, después, demostrada la identidad de Molina, Muela, y Mula, que en catalán es molamolló; esta última se halla mencionada ya en una escritura​20 del año 980, en que se lee: mollone rotundum, en el sentido de mojón, y por Ramón Muntaner en el capítulo XII de su Crónica catalana, el cual escribió: "E lo distante senyor rey en Jacme Darago exi li á carrera als mollons dels regnes".

Don José Pella y Forgas, en su Historia del Ampurdán (pág. 231), haciendo el debido aprecio de la teoría de los nombres terminales, no sólo la acepta, sino que de ella hace especial aplicación cuando dice: "los nombres terminales siguen toda la frontera interior del Ampurdán, y la siguen, y esto es nueva coincidencia, por el mismo rumbo  p44 que marcan las montañas y demás divisorias que puso la Naturaleza". Estas fronteras, por ser naturales, dan lugar á la sospecha de que los nombres á que el autor citado se refiere, en lugar de ser terminales, como cree, sean meramente orográficos. Esta distinción ha de hacerse para circunscribir la teoría de los nombres terminales dentro de sus verdaderos límites, y á fin de no darle mayor alcance que el que tiene. Ha de averiguarse si los nombres terminales tienen unas veces significación, por decirlo así, administrativa, ó bien si son meramente orográficos, ó si coinciden entrambas significaciones alguna vez.


Notas del autor:

1 A. A. — Wifredo I, n. 5.

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2 Marca hispanica, ap. n. 195.

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3 En la escritura de la Marca hispanica se lee Molella en lugar de MollaMoleda.

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4 A. C. — Ant. Lib. III, n. 1, fol. 1, año 1121.

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5 A. C. — Ant. Lib. I, n. 834, fol. 301 vuelto, año 1199.

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6 A. C. — Ant. Lib. I, n. 875, fol. 315, año 1139.

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7 Cap. 187, pág. 233, publicado en la Biblioteca catalana, que dirige D. Mariano Aguiló.

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8 Cronica catalana, de Ramón Muntaner, publicada por D. Antonio de Bofarull, Barcelona, 1860, cap. 10, pág. 22.

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9 A. C. — Ant. Lib. I, n. 396, fol. 152.

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10 A. A. — S. C. n. 476, año 1147.

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11 Marca hispanica, ap. 217, año 1036.

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12 A. C. — Ant. Lib. II, n. 394, fol. 134, año 1140.

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13 A. A. — S. C., n. 7, año 1098.

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14 A. A. — S. C., n. 5.

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15 A. A. — S. C., n. 64, año 1067.

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16 A. A. — Ramon Berenguer II, n. 4.

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17 A. A. — Registro I, fol. 26 vuelto.

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18 A. C. — Ant. Lib. IV, fol. 110 vuelto.

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19 Glossarium ad scriptores mediae et infimae latinitatis. — Edición de Paris, 1733.

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20 A. A. — S. C., n. 396.


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Página actualizada: 8 Oct 19